¿Por
qué delinquen las mujeres?
Perspectivas
teóricas tradicionales, primera parte.
Al analizar la violencia
femenina nos damos cuenta que en la gran mayoría de los casos se abordan
conductas que generalmente se han considerado propias de varones, que científica
y socialmente se han catalogado como problemática masculina.
No tiene mucho tiempo que la
criminalidad femenina se caracterizo por bajos porcentajes globales conocidos,
comparados con la masculina.
Sin embargo muchos estudios
nos dicen que cada día mayor número de mujeres se involucra en actos violentos
y delincuencia.
En el marco de la
administración de la justicia penal y de acuerdo a documentos de la ONU. , la
persistente condición y situación de marginación de la mujer frente al sistema
judicial ha determinado que sus necesidades especiales se consideren también
marginadas, en varios países la condición de la mujer ya sea delincuente,
detenida, victima, es tan problemática que es difícil distinguir quién es
delincuente y quien víctima, ya que son tratadas de una forma similar.
Se ha tratado de acercarse a
tal problemática mediante perspectivas teóricas y se han transformado conforme
han progresado los estudios en criminología y de género, se requiere de una
aproximación multidisciplinaria que permita el análisis de los controles
formales e informales, a los que se ven sometidas las mujeres en sus procesos
de socialización, y de la reacción social que genera la criminalidad femenina
la cual puede ser catalogada como desviación o como delito
Se sabe que la mayoría de
las mujeres que se encuentran en prisión proviene de sectores de la población
que son económica y socialmente menos favorecidos que las clases medias y altas,
estas mujeres permanecen en prisión por delitos que en la mayoría de los casos
son cometidos por personas que carecen de poder, han vivido en la pobreza y han
sido violentadas en la mayoría de los casos.
Pero recientemente las
mujeres se han visto involucradas en actividades delictivas tales como asaltos
a instituciones bancarias, secuestros, extorsiones, delitos contra la salud,
ilícitos que hasta hace poco tiempo estuvieron relacionados con delincuentes
masculinos.
En cada sociedad existen
delitos que como producto histórico que son, van evolucionando en cantidad y
calidad a través del tiempo. El delincuente es parte de la estructura social,
por la simple razón que la criminalidad forma parte de la misma. La
criminalidad es un fenómeno sociopolítico y no un conjunto de actos delictivos
individuales, en consecuencia las teorías que pretenden explicar la
criminalidad cambian de acuerdo al contexto histórico político, así como la
conceptualización del delito mismo.
En el caso de las mujeres
delincuentes el cambio más importante ha sido el considerar o no, algunas
conductas como delitos, ejemplo de ello es la prostitución que dependiendo del
enfoque que se le dé, considera a estas mujeres como delincuentes, victimas, o
simplemente como trabajadoras que no tienen otra forma de sobrevivir.
Las principales teorías
tradicionales son:
1.- teorías
biopsicosociales/antropobiologicas: mantienen la conexión entre la biología y
la criminalidad femenina.
Los estudiosos de las áreas
bio-psico-sociales explican las diferencias de género en la delincuencia, en
función de rasgos físicos y emocionales, afirman que es la interacción de los
ambientes físico y psicológico con el social lo que produce la delincuencia.
Como puede observarse, la
escuela positivista sostiene que la conducta de las mujeres esta mas
biológicamente determinada y la complejidad de la conducta criminal femenina se
reduce a representar un reto a los roles tradicionales de su género, sin tomar
en cuenta que dicho rol está enraizado no en la naturaleza sino en la sociedad
y que esta socialmente especificado, solo que en las últimas décadas se ha
hecho evidente que no hay roles femeninos universalmente “apropiados” en
general, sino que estos dependen de factores como raza y clase social, los
cuales en una sociedad patriarcal afectan de distinta manera a cada mujer, es
decir cada caso es especifico.
2.- teorías de la estructura
social: hacen énfasis en aspectos como la desorganización social (marginación
en todos los aspectos).
Dentro de estas teorías se
encuentran tres vertientes importantes: la teoría de la desorganización social,
la teoría de las presiones, y la teoría de la cultura desviada, también llamada
subcultural.
Teoría de la desorganización
social: de acuerdo a esta teoría la delincuencia es un producto de las fuerzas
sociales existentes dentro de los barrios y zonas marginadas de las ciudades,
dentro de estas áreas la conducta no supervisada de las bandas juveniles y de
los grupos sobrepasa la habilidad de las instituciones sociales, tales como la
familia y la escuela para mantener el orden.
Los factores ecológicos y
ambientales aunados al hacinamiento producen desorganización social y por lo
tanto influyen en una alta incidencia de la delincuencia.
Teoría de las presiones: los
medios para obtener el éxito no están disponibles, ya que estos se hallan en la
mayoría de los casos en las clases sociales más afortunadas, esta teoría se
puede comparar con la de la desorganización social debido a que ambas ligan
aspectos como la pobreza, oportunidad económica, disponibilidad de bienes y
servicios, la posibilidad de presión es mayor en las áreas deterioradas de las
ciudades. Pero difieren en su orientación, la primera se enfoca en procesos
grupales, mientras que la segunda se enfoca en como el sentimiento de
alienación, la rabia y la frustración surgen de la deprivacion económica y todo
esto influye en los patrones de delincuencia.
Teoría de la desviación
cultural: nos dice que los adolecentes residentes de un barrio desorganizado
perciben presiones y frustraciones que llegan a influir en ellos respecto a la
cultura dominante, esto los orilla a la creación de subculturas independientes
que mantienen las reglas y los valores en oposición a las leyes y costumbres
dominantes.
La banda se convierte en la
familia “sustituta” de la de origen, por lo general la familia biológica niega,
abusa y violenta a los adolecentes.
3.- teorías del proceso
social: destacan aspectos como el aprendizaje social (la conducta criminal es
aprendida).
Nos dice que la conducta
criminal es aprendida con y en la interacción con otras personas, en un proceso
de comunicación, que el aprendizaje de la conducta criminal ocurre
principalmente entre personas íntimas, que la persona viola la ley cuando las
definiciones favorables para violarla exceden a aquellas que se orientan a
obedecerla.
La conducta social es
aprendida a través del conocimiento directo o de la influencia de otros, por lo
tanto la conducta se refuerza por medio de la recompensa o el reforzamiento
positivo y se debilita por la pérdida de la recompensa o por el castigo.
Matza y Sykes, sugieren que
los delincuentes tienen valores similares a los de los ciudadanos respetuosos
de la ley, pero aprenden técnicas que les permiten neutralizar dichos valores
de forma temporal y delinquir. Las técnicas más importantes para la
neutralización son: negación de la responsabilidad, negación del daño, negación
de la víctima, condena de la gente que los juzga, ellos muestran una gran
lealtad hacia los miembros de su grupo, pero no a la sociedad.
4.- teorías de la reacción
social (ponen atención en aspectos como el etiquetar a una persona como
delincuente, se le estigmatiza y se le cataloga como desviada, lo cual influirá
sobre su conducta futura).
Dentro de este grupo
encontramos dos teorías importantes: la teoría del etiquetamiento y la teoría
del conflicto social.
Estas teorías también
resaltan la importancia de las instituciones sociales al momento de la creación
de leyes, de acuerdo a eso las leyes cumplen la función de imponer la voluntad
de unos grupos sociales a otros, esto a través de las conductas de grupos
subalternos.
Conclusión:
Cada día es más frecuente
que las mujeres se integren al mundo de la delincuencia en una amplia gama de
delitos, quedando atrás los tiempos en que se le encasillaba solo en cometer
los típicos ilícitos femeninos tales como el infanticidio y la prostitución.
No podemos negar que existen
mujeres que son tan criminales como los hombres, pero se necesita comprender y
analizar los mecanismos que las llevaron a involucrarse en dichos actos.
Debemos considerar que las
mujeres delincuentes son parte de la estructura social y que la criminalidad es
un fenómeno sociopolítico e histórico, entonces las teoría que se examinaron no
dan cuenta que las mujeres han ocupado en la estructura social (espacios no
visibles, desvalorizados) ni en los procesos históricos que han modificado sus
tareas, sus roles, la forma en que son contempladas por la ciencia, los
recursos a los que tienen acceso, su relación con los varones, su visión de la
maternidad, o la forma en que son vistas por las instituciones jurídicas.
¿Por
qué delinquen las mujeres? Parte II
Vertientes
analíticas desde una perspectiva de género.
El aumento de la mujer
delincuente dentro del campo de la criminología se ha vuelto cada vez más
notorio, pero las teorías tradicionales sobre las causas de la delincuencia se
han desarrollado a partir de la experiencia masculina.
El género no es un conjunto
de rasgos, ni una variable, ni un rol, sino el producto del hacer social de
cierto tipo, que se construye a través de la interacción.
Una organización genérica es
aquella en la que el control, la identidad, el significado de las acciones, las
emociones y las ventajas tienen patrones que hacen la distinción entre hombres
y mujeres.
En el texto se describe y
analiza desde la perspectiva de género la criminalidad femenina tomando en
consideración cuatro ejes: poder, controles, violencia y equidad.
El poder es la capacidad,
habilidad, energía o fuerza para hacer o no hacer, para provocar o prevenir
algo que se estima beneficioso o no.
El poder se ejerce por medio
del segundo eje, que es el control social, con dos modalidades: los controles
informales (educativos-persuasivos) y los formales (represivos), entre los
informales tenemos la reputación, el control del cuerpo, la restricción del
espacio y de actividades que permiten definirlas como buenas o malas mujeres.
Las mujeres cuya conducta no
es la que espera de ellas la sociedad como son las que no obedecen ordenes, se
fugan de su casa, ejercen su sexualidad libremente, son más vulnerables a
sufrir los controles formales que ejerce el Estado a través del castigo o la
etiquetación psiquiátrica, tienen más posibilidades de ser encarceladas o segregadas,
o que se les controle formalmente.
Una forma de ejercer el
control en la vida de la mujer es mediante el miedo, que es generado por el
ejercicio de la violencia que han sufrido a lo largo de su vida.
Las mujeres que han sufrido
violencia tienen mayores riesgos de padecer depresión y ansiedad, estrés, dolor
y fobias, además son más propensas al abuso de sustancias y a desarrollar
conductas negativas respecto a su salud.
Todo aquello que en el
sistema económico y social impida o retrase sistemáticamente el acceso de
hombres o de mujeres a algún derecho universal, constituye una inequidad de
género.
Las mujeres que delinquen no
solo dejan de ejercer actividades y de disfrutar de bienes a los que tienen
derecho, sino que se ven excluidas de la mayoría de posibilidades de
obtenerlos, es decir viven en exclusión social.
Dadas las condiciones de
desigualdad social que prevalecen para la mujer que delinque, si el sistema de
impartición de justicia no las toma en cuenta, terminara por imponerse una
justicia parcial.
Esto mientras se sigan
imponiendo sanciones por simple analogía a condiciones que evidentemente no son
iguales, lo que se va a producir es una situación de desigualdad cada vez más
grande y notoria.
Para llegar a una verdadera
prevención de la delincuencia femenina se deben tomar en cuenta varios factores
desde una perspectiva de género: la promoción de la seguridad física y un
desarrollo saludable, la validación de los afectos y del respeto, y la
promoción de un ambiente emocional saludable, el desarrollo de modelos de rol
femenino que sean diversos a fin de evitar mensajes racistas y sexistas, el
respeto a la libertad sexual y a la salud reproductiva, el establecimiento del
ejercicio pleno del derecho de igualdad en el trabajo, a un nivel de vida adecuado,
salud, vivienda, educación y cultura, todo esto con el fin de evitar la
exclusión.
Por lo general a las mujeres
se les educa socialmente en el sentido que sean menos agresivas que los varones
y sus padres las supervisan de forma más cuidadosa, también aprenden a
responder a la provocación por medio de sentimientos de ansiedad y depresión en
tanto que los hombres aprenden a vengarse. Aunque las mujeres tienen la
capacidad de enojarse tanto como los hombres han aprendido a culparse a sí
mismas por experimentar esos sentimientos, se les ha dicho que su propia
conducta catalogada como inadecuada dañe relaciones valiosas.
Las mujeres con más
frecuencia que los hombres tienden a responder a la ira con sentimientos de
depresión, ansiedad, temor y vergüenza.
De esa forma niñas y niños
sufren privaciones y censuras continuas respecto a determinados deseos y
necesidades. Estos sentimientos resultan violentados no solo por la coerción, prohibición,
inhibición de los mismos, sino también por las reiteraciones que conducen a la
creación de modelos de adultos “ideales”, ya sea para el ejercicio de
poder-dominación (por parte de masculinos) o de aceptación y adecuación (por
parte de femeninas).
Carlen (1985) llego a la
conclusión de que las condiciones materiales y el sentimiento de injusticia
social que sentían dichas mujeres las llevo a optar por actividades ilegales y
que tales conductas pueden considerarse como una reacción social, también
afirma que los crímenes de mujeres son casi todos típicos de quienes no tienen
poder; las mujeres en las prisiones pertenecen en su gran mayoría a grupos
minoritarios y han vivido en la pobreza y expuestas a medios socialmente
segregados la mayor parte de su vida.
En cualquier caso las
mujeres que comparecen a juicio sufren bajo una regulación doblemente
estigmatizante, es decir que anteriormente ya han sido sujetas a innumerables
controles informales y antisociales por los que no han pasado sus contrapartes
masculinas, dichos controles han disminuido sus oportunidades de gozar de un
pleno derecho de ciudadanía.
Entonces se aplica un doble
castigo, por un lado se considera que la mujer fallo al ejercer los “roles de
género” y por el otro se trata de una mujer que delinque.
Vemos pues que los miembros
de los sectores con mayor índice de
marginación, son los más propensos a ingresar a los circuitos de justicia y son
los que más aparecen en las estadísticas de la población confinada.
No podemos discutir que la
exclusión y no la pobreza en sí, produce mayores índices de violencia social,
la falta de respuesta ante la exclusión hace que cualquier medida de prevención
primaria de la delincuencia femenina no sea más que una ilusión.
La perspectiva de género y
los movimientos feministas han dado origen a cambios en las reformas legales y en
la práctica de la criminología, sin embargo es urgente que se hagan cambios en
la política, los cuales estarían encaminados a que se de un trato justo y
equitativo a las mujeres que por alguna causa delinquieron, que se les vea como
un sector social doblemente excluido, y poder asegurarles en un futuro un trato
de equidad y de justicia.
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